house

No eres Doctor House y tampoco eres gracioso

Un fenómeno que se está dando con frecuencia en el ámbito médico, es que cada vez hay más doctores o estudiantes de medicina con ínfulas de Dr. House.

Dr. House, chingón y machista.

¡Cuántas veces no me he topado con alguien que me dije: “jajaja, en el hospital ya hasta me llaman el Doctor House”!, comenta el tarado totalmente orgulloso, comparándose a si mismo con el famoso personaje, ya no por su asombrosa sabiduría médica, ni por su prodigiosa capacidad para diagnosticar un caso muy ambiguo solamente por el color de un moco y una mancha de semen en el zapato, sino por la manera grosera como trata a la gente, ya sean pacientes, enfermeras o colegas.

Hubo dos estudiantes de éstos que me agregaron al messenger y los mandé al carajo después de que me dijeron eso, supongo yo, con intenciones de impresionarme o de agradarme.

El más detestable me escribía mensajes siempre que me conectaba y me preguntaba cosas que hastiaban por su estupidez o me pedía que le respondiera cosas de su carrera para que pensara yo que “él es muy listo”. Es su manera de ganarse respeto. Ojalá les revoquen su licencia a los dos cuando imiten tanto a House que hasta comiencen a robarse el Vicodin para quitarse el dolor de ser una vergüenza médica, par de pendejos. Espero nunca toparme con un medicucho así.

A mi como paciente no me importa que me traten como mierda SIEMPRE Y CUANDO el diagnóstico sea el óptimo y que al final hagan un buen chiste para terminar de humillarme. Sólo así diría: “qué hijo de puta; pero qué buen doctor y qué genial sentido del humor.” De lo contrario esperen de mi un ladrillazo en su automóvil, pañales con mierda en la entrada de su casa o una tremenda infamación a escala estatal.

Como sucedió con un “oftalmólogo” a quien visité hace unos meses, el cual indiscutiblemente se creía Dr. House.

Llegué a su clínica apenas pudiendo abrir los ojos, esperé más de media hora a pesar de que hice cita, me metieron a un cuartito a esperarlo otros 15 minutos más, luego llega Don Mamón sin intenciones ni de alzar las cejas a modo de gesticulación para saludar. Me pregunta mis síntomas cuando está mirando mis ojos color bola tres de billar, y me pide que los abra completamente, pero yo no puedo abrirlos ni poquito porque estoy muy fotosensible gracias a una grave conjuntivitis. Me aplica una anestesia, y sin esperar ni 5 segundos, el muy imbécil ya quiere que tolere la misma intensidad lumínica que hay en un concierto de Armin Van Buuren o dentro del Gran Colisionador de Hadrones. “¡Ábrelos bien, ya deberías de poder hacerlo!” me regaña de esa manera y en voz alta Don Pendejo, y yo, todo desorientado, con ojos de topo y sin saber cómo reaccionar, no estoy nada apto para ingeniarme una buena contestación. Me revisa. Ingenuamente le hago conversación uno o dos minutos más tarde mientras escribe mi prescripción: “llevo tiempo usando productos con nafazolina para quitarme lo rojo de los ojos”, y responde groseramente con una asqueante dosis de doctorjausismo rebosante de pedantería muy parecida a: “¡pues deja de usar vasoconstrictores, genio” Y voltea a un lado para encontrar los ojos pintarrajeados como puta de su enfermera cómplice, como si buscara en ellos la calificación de su reciente respuesta de cretinismo contra mí. En segundo plano me quedo pensando en lo que acaba de suceder al tiempo en que trato de ver por donde camino, y cuando me doy cuenta de lo ocurrido, ya estoy afuera de la clínica con una receta y 500 pesos menos en mi billetera.

Pero… ¿les ha llegado una indignante cadenita sobre una señora humilde que busca justicia porque, gracias a la arrogante negligencia de un oftalmólogo, su pequeño hijo perdió un ojo y el doctor culpable no se quiere hacer responsable ni mucho menos ayudarlos?… ¡Hola! Me llamo Falso Profeta, fui su paciente hace algunos meses… wiiink 😉

Este doctor tiene o tenía buena reputación. No supe cuándo fue que se deshumanizó tanto, pero verlo ahora simplemente se me hace patético e infantil. Seguro comenzó con esas actitudes porque no supo ver a Dr. House con discreción, y cuando no se es ni chingón ni machista y se ve Dr. House, la gente se transforma en algo como él, un híbrido médicamente deficiente y de mal gusto.

Qué diferente al gastroenterólogo que visité hoy.

Subí al piso más alto del edificio (cómo me pongo nervioso en los edificios altos, más cuando me salgo del elevador y me queda esa sensación de desequilibrio y movimiento, siento que se derrumbará el edificio ¡ayúdenme psicólogos!) Esperé no más de 20 min. y el doctor me atendió cordialmente, como si fuéramos amigos de hace muchos años (en realidad soy su sobrino, je). En seguida preguntó mis síntomas, me revisó mi panza y al cabo de 5 minutos ya me estaba dando la receta, la lista de análisis que tengo que hacerme y mi dieta por las siguientes semanas. Es el diagnóstico más coherente y óptimo que escuché de los doctores a quienes acudí anteriormente. Él sí es un verdadero Dr. House; aunque mi mundo se derrumba en cámara lenta por todas las prohibiciones que me hizo: no puedo ingerir bebidas alcóholicas ni comer tacos, entre otras muchas.

En fin, si van a creerse Dr. House y a portarse tan patanes como él con sus pacientes o compañeros de trabajo, cerciórense primero de tener la misma capacidad retentiva, luego de estar en un nivel similar de razonamiento, posteriormente de ser tan astutos, y finalmente, pero con mayor importancia, de hacer buenos chistes como los hace Dr. House. De lo contrario son sólo payasos patéticos que, en vez de ser graciosos o lucir cool con sus colegas, causan pena ajena.

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