Maté una rata lanzándole una piedra

Puta, esta ha sido posiblemente la semana más gloriosa de mi vida.

El asesinato que orgullosamente me adjudico ocurrió en el parque conocido como Los Lagos, en la ciudad de Xalapa; sitio en el que a veces voy a trotar por las noches. Estaba haciendo ejercicios de calentamiento frente a la pequeña cascada que hay entrando al lado derecho, de cuyo túnel, se dice, era un pasadizo secreto de los españoles que pasa por debajo la ciudad y llega hasta la Catedral. Hacía yo, pues, los estiramientos, cuando escuché a un par de adolescentes que estaban cerca decir el uno al otro con sobresalto: “‘¡ira, wey! ¡No mames, puta ratota!” Y en efecto, voltee y era una puta ratota que hasta parecía uno de esos odiosos, inofensivos y posiblemente deliciosos capibaras. La muy hija de puta salió de entre unas rocas descaradamente, cruzó no con mucha agilidad unos surcos de piedra que hace que la pequeña cascada se divida en varios chorros y llegó hasta el otro costado. Todo esto a tan solo unos cuatro metros de nosotros.

Fue una socialización instintiva muy peculiar la que mostramos. Los muchachos voltearon a verme como si esperaran una respuesta de mi parte, y yo hice lo mismo con ellos. Era una rata repulsiva, inmunda, grisácea, de alcantarilla, hinchada, descomunal, con la cola rosada y las patas con manchas cafés. Millones de años de evolución hicieron que se nos erizara la piel, que nuestros ojos se abrieran más de lo normal y que fijáramos todos nuestros sentidos en la amenaza/competencia. Yo asumí el mando por ser el más viejo y el más fuerte.

-¿No hay una piedra cerca?- pregunté y pensé en mí como un hombre de las cavernas.

El astuto muchacho de rojo buscó y rápidamente encontró un guijarro perfecto de unos 700 gramos. Me lo dio. Hacía un minuto estábamos separados por tres metros y ahora, sin notarlo, estábamos hombro a hombro en la cacería.

-¿La mato? – dije buscando aprobación y complicidad, porque sabía que lo que hacía no está del todo bien, al menos no para alguien de mi edad.

-A ver… ¡dale!- respondió el muchacho de rojo un tanto emocionado.

Para ese entonces la puta ratota ya se había alejado a unos seis metros de distancia. Había una brecha de agua que nos separaba. La rata estaba posada en unas rocas que sobresalían de la yerba, buscando alimento para sus hijos <-(LoL).Era un ángulo difícil pero no imposible; anteriormente había yo logrado lanzamientos más difíciles contra panales de abejas (otros grandes enemigos de F.P.) Apunté, pero la rata desapareció entre el zacate. Volvió a salir y se volvió a perder. Pero luego apareció nuevamente y allí fue cuando escuché: “¡allí está!… ¡Tira tira!”, de modo que yo apunté y ellos jalaron el gatillo.

La trayectoria fue hermosa, recta, fugaz, de geometría extraterrestre, como si la hubiera disparado un transformer. Cuando hizo impacto con la rata se escucho un hueco ¡PLOCK! mezclado con un moribundo ¡UIIIIT!. Segundos después yo seguía como los perros erizados del pelo que buscan nerviosos a su presa, con todos mis sentidos en alerta máxima todavía. Pero la risa de ellos me trajo de vuelta al mundo. Reían y reían, cagados de risa. “¡No mames, qué chingón sonó!”, dijo uno. “¡Qué buen tiro, cabrón!”, dijo el otro. Siguieron riendo mientras contemplaban traviesamente los últimos momentos de la rata en esta vida. Implícitamente me dieron palmadas de felicitación con sus alegres palabras. Yo les devolví la sonrisa, pero fue una sonrisa modesta.

Sé que algunos se habrán indignado y otros habrán disfrutado leyendo de esto. Les diré mis razones a quienes se hayan molestado por mi conducta animalada:

En fin. Casi casi siento que podría morir mañana y lo haría dejando esa media sonrisa que le devolví a esos chiquillos. Fuimos tres cavernícolas salvaguardando nuestra especie y confirmando nuestro dominio. Lo que me hace más feliz es que hay testigos. Esta hazaña mía sí la pudieron constatar dos personas y otras que llegaron después pero sólo vieron el cadaver. No como en aquella ocasión en que maté un mosquito lanzándole una quesadilla… sí, ya sé que esta última es inverosimil, pero me es suficiente a mí con saber la verdad. Yo sé que ocurrió y que en algún lugar del cielo Dios la vio y escupió las fritos cuando empezó a cagarse de risa. El horizonte se despeja. Las cosas estarán muy bien de ahora en adelante, incluso para ustedes.