Voy a hacer de la vida de una vecina un infierno.. ¡un infierno de cu-cu-cuuuuuuummmmbiaaa!

Estoy muy enojado. Acabo de compilar mi Álbum del Cáos finalmente, el cual le voy a regalar a mi madre mañana en el día de su cumpleaños. Contiene lo peor, de lo peor, de lo peor que la mente humana haya engendrado alguna vez usando sus instrumentos y desvergonzadamente lo ha calificado como “música”.

Entre las obras maestras están “La tigresa de oriente”, “Delfin Kishpé“, “Wendy Sulca”, “El Jimmy”, música duranguense, un poco de reggeatón, muchísima cumbia y demás estiercol con disonansias parecidas.

Hace un par de horas terminé el ritual de engendramiento de ese CD musical y cuando saqué aquél monstruo del vientre de su madre-laptop y lo elevé al cielo como hacen los Masái, se escucharon los truenos que traían consigo un muy mal presagio para aquella señora que no ha hecho mas que molestar a mi santa madre estas semanas recientes.

Por fin le creí a mi mamá lo que me había estado contando con insistencia. La vecina que vive atrás, una señora de unos sesenta años, ha estado, por algunos meses, haciendo ruido adrede golpeando la pared para mortificar a mi madre. Pega con un martillo, pega con unas pinzas, revuelve una tina con objetos metálicos, restriega un objeto contra la pared y un largo etcétera. Sesiones de golpeteo esporádicas, malignas y desquiciantes hasta para el sujeto más equilibrado. A la bruja se le ha pedido de buena y de mala manera que lo deje de hacer, pero sigue reacia con sus maldades. Esta señora, pues, está bien chiflada.

Cuando entré a la casa de mi mamá, escuché todo el escándalo y la vi a ella toda mortificada tratando de devolver el ruido inútilmente. Me encolericé y enseguida pensé en un método defensivo no tan cansado para mi mamá distinto a estar regresando los martillazos rudimentariamente; así es que desconecté las titánicas bocinas Cerwin-Vega que tiene, las adosé a la pared de la vecina hasta atrás de la casa en la parte de las escaleras, conecté el amplificador diestramente y la empecé a bombardear con miles de vatios de cumbias asquerosas (no me pregunten de dónde las saqué por favor –coff-coff). Entonces toda nuestra pared y la de ella sonó como los tambores del Juicio Final (¿o son trompetas?).

Los martillazos de la vecina fueron totalmente avasallados por el retumbar de la cumbia, que sin lugar a dudas traspasó ambas paredes y comenzó a desequilibrar su moral obsesiva haciéndola huir enojada. No obstante, al cabo de unos 15 minutos regresó y comenzó a golpear nuevamente con el martillo. Ahora fue mi madre quien le subió exponencialmente al volumen para callarla. Otra vez cesó la demente mujer, pero luego regresó; y otra vez , ya mucho más enojados, le inundamos hasta la resina de los huesos con resonancia tropical, esperando que se le derramara la bilis por las entrañas hasta que se le ennegreciera el estómago causándole una muerte dolorosa.

Un poco hartos nos salimos a comer y a dar una vuelta, tratando de olvidar ese ambiente tan tenso. Sin embargo, dejamos la música sonando a todo volumen, así que transcurrieron unas tres horas del mismo CD de cumbia repitiéndose una, y otra, y otra vez hasta el anochecer. No supimos si siguió golpeando o si renunció o si enloqueció aún más. Simplemente cuando decidi que era suficiente, apagué los aparatos y con el martillo soné un “knoc-noc-noc-noc-noc”, como el que suele hacerse para mentarle la madre a alguien, para reafirmarle a esa perra gorda que todo eso le esperará cada vez que empiece a molestar a mi mamá. Después me vine a escribir esto.

Mañana seguramente lo volverá a intentar. Mañana es el cumpleaños de mi mamá. Mañana le regalaré ese Álbum del Caos, el cual espero, con toda mi alma, sea un arma que utilice para hacer enloquecer hasta el suicidio a aquella barriobajera con complejo de Thor.

Yo le pienso ayudar de una manera sutilmente destructiva; aunque ,a causa de mis medidas, soy un aliado incómodo. Siempre soy el último recurso. Todos recurren a mi cuando se encuentran desesperados. Es que yo a mis venganzas les imprimo un sello poético y apoteósico que va más allá de lo carnal, más allá del mal que el bien (aunque nunca he ido más allá del vandalismo inteligente)

Se me ocurren cuatro teorías sobre el por qué lo hace:

Lo que me indigna es que no es ella sola quien lo hace, tiene un cómplice o varios. Hoy pude escuchar en la parte izquierda de la pared impactos de un martillo marca Stanley con asa de polietileno, cromado en su totalidad, de unos 750gr., buena marca de martillo por cierto, bastante durable (próximamente un post de 127 cuartillas sobre los diferentes tipos de martillos, así como su historia); y del lado derecho alguien más conmocionaba la pared con lo que al parecer era una llave ajustable, de las llamadas pericos, probablemente de unas 8″ pulgadas, cromado también y un tanto flojo de la boca. O sea que son dos personas quienes están molestando a mi mamá al mismo tiempo: la señora y su maricón y execrable hijo, que no conozco, pero no puedo esperar a conocerlo.

Sea lo que sea, lo único que me preocupa, como buen hijo que soy, es la salud de mi mamita. Últimamente anda algo achacosa y encima le viene un maremágnum ensordecedor que a cualquiera volvería loco en varias horas; obviamente que se va a poner mal. Por ello fue que comencé a pensar en varias soluciones a este problema. Incluso unas que muy escabrosas que tienen que ver con sogas, gasolina, serruchos y una cubeta para recibir la sangre.
Cómo le sugería a mi mamá proceder para vencer los martillazos enemigos:

PASO 1.
Ahogarlos con la peor cumbia cada vez que empiecen a molestar reproduciendo el CD que le daré a mi mamá mañana. El álbum se repetirá durante varias horas hasta que no le quede más remedio a la gorda que irse a refugiar a un recinto lóbrego y enfermizo de su casa donde la bulla no le llegue a sus oidos.

Al cabo de un rato seguramente regresará para vengarse. Yo calculo que tardará unos 5 minutos antes de que vuelva a molestar. Pero antes de que lo haga y que crea que nosotros ya cedimos, de nuevo retumbará el tormento de cu-cu-cuuumbia mierdera por una hora más, con la intención de que su sistema nervioso se altere y esté esperando a cada momento, con mucha ansiedad, un nuevo ataque de nuestro lado, que así será cuando menos lo espere.

Si aún así sigue chingando, tengo planeado quedarme a “dormir” en casa de mi mamá y en la madrugada golpear suavemente con el martillo, con esos golpecitos no tan fuertes, ni tan agresivos, pero que son de lo más irritantes y desesperantes, a intervalos cortos que vayan al compás de su corazón, cada vez más rápido. Así lo haré durante un minuto a la 1:00, a las 2:30, a las 4:00 y a las 5:30A.M. dándole el tiempo suficiente para que se duerma otra vez, pero con la idea angustiante de que la despertaré nuevamente; pues no hay cosa que cause tanto insomnio como la noción de que pronto se le va a despertar a uno.

PASO 2.
Si esto no finaliza aún o se complica más, continuaré haciendo todo lo anterior pero con un plato extra:

La música será siempre la misma hasta que se le quede grabada en su sistema nervioso central; pero esta vez incluiré a Ramstein, Metallica, Chico-ché y otros. Y aunado a eso, empezaré a acosarla en la calle. Ella no me conoce, pero yo la conoceré. Me aprenderé cada uno de sus movimientos, sus apellidos, los nombres completos de sus hijos y la hora de llegada y salida de cada uno de quienes viven en esa casa infrnal, tratando de pasar desapercibido.

Para este punto ella ya debería de estar bastante tensa. Un día me acercaré a la gorda con mi cara de maniático que a ninguna de mis novias le ha gustado que haga. Le diré en tono dulce con una sonrisa cínica: «Buenos días, mi señora, ¿le gusta la música que le pongo para acompañar sus martillazos.» La seguiré viendo unos segundos más con mis pupilas acrecentándose y mi sonrisa todavía más enferma y luego cambiaré mi rostro bruscamente por uno más serio y trastornado. Después me iré caminando despacio arrastrando los pies , volteando a verla parsimoniosamente cada cinco pasos, sin decirle ni responderle nada.

Así estaré topándomela “casualmente”, sin amenazarla nunca, pero haciéndola cargar el peso de una mirada cercana. Incluso me compraré una gabardina para verme más amenazante aún, como si llevara un cuchillo u ocultara mi pervertida desnudez. Pero no, lo que llevaré otro día soleado será un martillo, como si fuera yo a hacer una diligencia de carpintería, vivaz y sonriente, agradable para la gente, oscilando un martillo pintado con una mancha roja en la cabeza. «Buenos días» le volveré a saludar casi gritando de alegría y alzando mi martillo.

PASO 3
No tardará en contarle mis insidias a su maricón hijo y posiblemente a la autoridad. Pero la policía nunca creerá la historia de una vieja loca cuyo leitmotiv es el joder a sus vecinos, así es que en ese aspecto llevaré cierta ventaja. Saldrán al mercado juntos, al trabajo (si es que trabajan) o a donde quiera que fueren, siempre irá protegida por el brazo lerdo y bofo de su engendro. Haré que me vean muchas veces, siempre riéndome amenazadoramente. Cuando aquél cabrón venga a reclamarme lo ofenderé tanto con cosas bajísimas que sólo podría saber alguien que lo ha estado espiando durante mucho tiempo, por lo que el tipo no titubeará en golpearme. Entonces fingiré que me pone una chinga, y antes de caer al suelo me golpearé la nariz con todas mis fuerzas y gritaré un “ay” desgarrador para llamar la atención de la gente quienes me socorrerán apresurados y lo mirarán a él como un criminal; entonces comenzaré a convulsionarme como si estuviera en shock. «Creo que me rompí la mano al caer» diré tras haberme recuperado de la convulsión fingida, escupiendo mi sangre caliente y causando una enorme resignación en el tumulto. No dudo que alguno o varios de los presentes quiera acompañarme al ministerio a demandarlos, así es que tendré un caso concreto y fácil de ganar. Les quitaré varios miles de pesos y después me vengaré de él cuando lo vea sólo.

PASO 4
Supongamos que esto empeorara, que la señora siguiera chingando a mi mamá y que mi mamá se enfermera y se pusiera grave tras sus corajes.

Hoy pasé cerca de esa casa y la contemplé por un largo rato. Rápidamente hallé tres maneras distintas de infiltrarme sin ser visto ni por sus vecinos.

Una amiga ingeniero químico me enseñó hace tiempo una método semi-casero para crear un tipo de líquido adormecedor cuya base es un derivado del cloro. Tengo una franela para impregnar, una soga para amarrar y una maza para clavar o machacar, además de clavos tan grandes como con los que crucificaron a Cristo.

«Así es que te gusta martillar ¿eh, vieja loca? — le diré a la vecina infernal al momento de quitarle la cinta de los ojos para que se le revele lo que más quiere en el mundo desnudo, medio mutilado y atado formando una cruz. Seguramente se le romperá el corazón en un millón de pedazos. —Pues lo has estado haciendo mal… ¡Mira cómo se martilla en la casa de atrás, puta! — Y atravesaré con el clavo la primera mano de su dueño, quien podría gritar tan fuerte como su dolor lo requiriera, pero uno de mis calcetines apestosos se lo impediría al igual que a su madre al suplicar por la vida de su hijo. —¡Aprende bien el arte del martillo, puta cerda!» Le gritaré respirando rápido, riéndome y sacándole la lengua lascivamente, estilo Ferras. ¡Plash! Clavaré la otra mano.

Me burlaré de los dos por un buen rato y seguiré con los pies. Le quitaré la cinta al hijo y le mostraré un clavo más grande, el cual le iré acercando despacio hasta colocar su punta en medio de sus diminutos testículos.

Esperaré solemnemente y en silencio por un instante, quisiera escuchar los sollozos y los intentos de súplica, regodearme en ellos; luego les diré a ambos: «¿Saben qué se me olvidó? —Tomaré un largo respiro y exclamaré:— ¡QUE PARA ESTO NO SE NECESITAN CLAVOOOS!» Agarraré vuelo con el mazo y sin aviso alguno lo impactaré con todas mis fuerzas sobre los huevos de aquél cabrón haciendo un enorme hueco en la pared que tendrá una superficie plana con tintes de sangre, carne y color ladrillo…

Luego…

* * *

Jaja, ya me dio asco escribir esto. Pensé cosas todavía más extremas, pero ya fue suficiente, además jamás tocaría voluntariamente un órgano sexual masculino que no fuera el mío. Hay gente en el mundo que realmente gozaría haciendo cosas así o que ya lo ha hecho (no me refiero a homosexualismos sino a asesinatos crueles), y a ellos sí, créanme, les haría todo eso y más ¡malditos freaks de mierda!

En cuanto al problema de Doña Thor, no creo pasar de la mitad del Paso 3. Sólo quisiera atormentarlos si siguen jodiendo y agarrarme a madrazos con su hijo cuando empiece yo a hostigarla. Les mantendré informados… posiblemente.

P.D El lunes publicaré el Sexy o No 7.